
30 de marzo 2025 .- El caudillismo ha sido una constante en la historia política de América Latina, y Bolivia no ha sido la excepción. Sin embargo, lo que muchos no previeron fue cómo este fenómeno se camufló bajo un discurso democrático y progresista dentro de la izquierda boliviana. Evo Morales, el primer presidente indígena del país, emergió como una figura revolucionaria que representaba las esperanzas de los sectores populares y campesinos. Pero con el tiempo, su liderazgo evolucionó en algo que encaja perfectamente en la definición de caudillismo: una forma de hacer política en la que un solo líder concentra el poder, deslegitima a quienes disienten y se rodea de un círculo cerrado de seguidores incondicionales.
𝐄𝐥 𝐂𝐚𝐮𝐝𝐢𝐥𝐥𝐨 𝐲 𝐬𝐮 𝐂𝐢́𝐫𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐋𝐞𝐚𝐥𝐭𝐚𝐝 𝐂𝐢𝐞𝐠𝐚
Hoy, Evo Morales se encuentra cercado en su bastión del Trópico de Cochabamba, protegido por seguidores que han demostrado su lealtad absoluta, incluso a costa de su propia estabilidad económica y seguridad personal. Esta es una de las características fundamentales del caudillismo: la creación de una red de incondicionales que dependen del líder no solo políticamente, sino también materialmente. A estos seguidores no se les permite cuestionar, sugerir alternativas o siquiera mencionar la posibilidad de un “Plan B”. Aquellos que han osado hacerlo, como algunos dirigentes que propusieron la candidatura de Andrónico Rodríguez, fueron inmediatamente tachados de traidores y espías. El caudillo no tolera la divergencia; su palabra es ley, y sus seguidores, incluidos asambleístas y senadores, actúan como guardianes de sus privilegios, protegiéndolo a toda costa.
𝐄𝐥 𝐄𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐏𝐚𝐫𝐚𝐬𝐢𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐢́𝐫𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐂𝐞𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨
El problema no es solo Morales, sino el séquito de políticos que han convertido su liderazgo en su única forma de supervivencia política. Como garrapatas que chupan la sangre del caudillo, viven de su imagen y de su control del aparato político y sindical. Mientras Evo Morales tenga poder, ellos tendrán cargos, influencia y recursos. Pero cuando la realidad política cambie y Morales no pueda ser candidato, estos mismos “fieles” lo abandonarán, buscando un nuevo líder al cual aferrarse. Es un patrón que se repite en todos los regímenes caudillistas: LA LEALTAD DURA SOLO MIENTRAS EL CAUDILLO ES ÚTIL.
𝐄𝐥 𝐏𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐧𝐟𝐮𝐧𝐝𝐢𝐫 𝐂𝐚𝐮𝐝𝐢𝐥𝐥𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐃𝐞𝐦𝐨𝐜𝐫𝐚𝐜𝐢𝐚
Como sociedad y como militantes de izquierda, nos hemos visto atrapados en esta estructura política que disfrazó el caudillismo de democracia participativa. Evo Morales fue un líder transformador, pero en algún momento cambió el rumbo y buscó perpetuarse en el poder a cualquier costo. La prueba más clara fue su decisión de ignorar el referéndum del 21 de febrero de 2016 (21F), en el que el pueblo boliviano le dijo NO a su reelección. Ese momento marcó la ruptura definitiva entre el líder y la democracia, pues lo que siguió fue una serie de maniobras para aferrarse al poder, desde la manipulación del Tribunal Constitucional hasta la imposición de su candidatura en 2019. Aquella decisión fue la que llevó al país a una crisis política y social que culminó en el golpe de Estado de noviembre de 2019.
Como militantes de izquierda, no podemos ser ajenos a esta realidad. Nos equivocamos al respaldar una candidatura que violaba la voluntad popular, y esa decisión tuvo consecuencias trágicas. Las muertes en Sacaba y Senkata son heridas abiertas en nuestra historia reciente, y como autocrítica debemos reconocer que, al apoyar el caudillismo, también cargamos con parte de la responsabilidad de lo sucedido. La izquierda boliviana debe aprender de sus errores y entender que la democracia no puede ser sacrificada en nombre de un líder.
𝐄𝐥 𝐅𝐢𝐧 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐚𝐮𝐝𝐢𝐥𝐥𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐲 𝐞𝐥 𝐃𝐞𝐬𝐚𝐟𝐢́𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐑𝐞𝐧𝐨𝐯𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧
El panorama político actual muestra que Evo Morales ya no es el líder indiscutible que fue en el pasado. Su intento de rearmar un partido propio, tras ser desplazado del MAS, es un reflejo de su desesperación por no perder el control político. Sin embargo, su círculo de seguidores cada vez es más reducido, y figuras como Andrónico Rodríguez emergen como una alternativa que desafía la hegemonía del caudillo. La ausencia de Andrónico en los recientes congresos del MAS y del ala evista es un claro mensaje: el país ya no gira en torno a Evo Morales.
La pregunta ahora es si la izquierda boliviana será capaz de romper con el caudillismo y abrir paso a nuevas generaciones de líderes. La perpetuidad en el poder solo lleva a la degradación de los valores democráticos y a la corrupción de los ideales originales. Bolivia necesita un liderazgo renovado, que respete las instituciones y que comprenda que la política no debe ser el dominio de un solo hombre, sino el reflejo de la voluntad popular.
Aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo. Como militantes y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de rechazar el caudillismo que ayudamos a crear. La democracia es un proyecto colectivo, no el capricho de un líder. Bolivia merece algo mejor que un caudillo aferrado al poder; merece una izquierda que verdaderamente represente al pueblo y que respete la voluntad soberana. Es momento de una profunda reflexión y de una decisión valiente: ¿seguiremos defendiendo a un líder por encima de la democracia, o construiremos un nuevo futuro sin caudillos?.
Reportaje Especial de [V.A.M.M.]
Análisis desde la Izquierda Crítica.