
Viernes 26 de agosto 2022.- Entre 2006 y 2021, el ratio de la deuda externa de Bolivia con relación al Producto Interno Bruto (PIB) osciló entre los porcentajes más bajos de la historia (desde 1960); es más, previo a 2006, este ratio se posicionaba en 57% del PIB, en promedio, incluso, se acercó al 100% a finales de la década de los 80’s. Al cierre de 2021, el ratio de la deuda externa boliviana con relación al PIB llega al 31,2%.
Si bien es importante monitorear el valor de la deuda externa de Bolivia en el tiempo, lo que realmente interesa es conocer el porcentaje que representa esa deuda respecto al PIB, que es una métrica más adecuada para evaluar la sostenibilidad de la deuda.
El periódico El Deber, en su portada de hoy titula que “Bolivia tiene la deuda externa más alta de los últimos 50 años”, sin embargo, no aclara que la cifra equivale al 31,2% del PIB, dato que relativiza el desequilibrado titular, porque dicho porcentaje se mantendría entre los más bajos de la historia.
Si la idea del periódico cruceño es resaltar aspectos que denotan cambios históricos, además de precisar el ratio en relación al PIB, es pertinente recordar que actualmente Bolivia tiene el nivel de pobreza más bajo de su historia, tanto en la pobreza extrema como en la moderada; o mencionar que existe el registro más alto de población ocupada de toda la historia económica del país, o que Bolivia tiene el nivel más bajo de desigualdad que se haya visto entre el siglo anterior y el actual.
Asimismo, en la última década se registró el descenso más rápido de mortalidad infantil en menores de 1 y 5 años, no solo respecto a la historia boliviana sino también en relación al desempeño promedio de América del Sur. Además, se consolidó el stock de capital productivo más alto de toda la historia de Bolivia.
Así como estos indicadores, existen otros que reflejan el avance sustancial en aspectos económicos y sociales logrados desde la implementación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo.
En términos generales, al momento de realizar un análisis económico, es necesario estar conscientes de que muchas de las variables económicas tienden a aumentar en el tiempo, por lo que se hace necesario relativizarlas con el tamaño que tiene la economía, así como, respecto al desempeño de otras economías similares o de la región.
Es necesario dejar de “satanizar” el nivel de deuda “per se”, lo adecuado es compararlo con la capacidad de endeudamiento y generación de ingreso que tenga una economía, así como considerar las condiciones financieras y de plazo que tenga cada una de las operaciones de endeudamiento externo.
Otro aspecto de gran relevancia en el análisis de la deuda, es para qué se utilizan estos recursos. En el caso de Bolivia, se prioriza la asignación de los mismos para la inversión pública, con el objetivo de aumentar la capacidad productiva del país, lo cual a su vez facilita la generación de ingresos para el pago de la deuda en el mediano y largo plazo.
Si bien en el año 2021 y la presente gestión el Tesoro General de la Nación (TGN) hizo una priorización de recursos para hacer frente al COVID-19, el impacto fue directo en el bienestar y cuidado de la salud de la población boliviana; por ejemplo, la tasa de letalidad en la primera ola fue superior al 6%, en contraste, en la cuarta y quinta ola la tasa de letalidad fue menor al 1%.
Por lo tanto, el esfuerzo presupuestario en esas gestiones valió la pena, no solo para cuidar la salud de la población, sino también porque permitió establecer las condiciones necesarias para retornar progresivamente a la normalidad en las actividades económicas, lo que generó un contexto de mayor certidumbre para la economía.
Esta fue la decisión del gobierno del Presidente Luis Arce para encarar de manera seria la pandemia del COVID-19; en contraposición con la irresponsable e inoportuna política sanitaria ejecutada por la gestión de Janine Añez.